Marcel

Marcel

Ese era su nombre. Y de apellido Proust.

Me gustó porque todo lo observaba, y porque destilaba sensibilidad rayando en el dolor en cada palabra y cada silencio.

Era bien parecido, un poco serio, la barba y el bigote sin embargo le dulcificaban la cara.

Vivía inmerso en su chabola y en su mundo, al que solo unos cuantos privilegiados podían acceder. Yo no, desde luego.

No le gustaba la gente, los seres humanos, como él decía, solo algunos. Muy pocos y contados, aunque vislumbré más amor y respeto por sus iguales que otra mucha gente.

Me rozó solamente, pero su aplomo, integridad y bondad -porque supe verla-, me desbordaron.

 

 

 

 

La cuenca de mis ojos

la cuenca de mis ojos

Te puedo… acariciar con la cuenca de mis ojos,

con el ansia mudo de mis labios,

con mi hembruna manera de abrazarte.

 

Te puedo… acariciar las manos que te nacen,

tomarlas y beberlas, enjaularlas en mí,

y regarlas de búsqueda y de agua.

 

Dos locos en el ring de la inconsciencia.

Morir naciendo en otro.

 

Te puedo…