POR VENIR

Savia nueva se impone, se define, corre por venas recién ordeñadas. 

Savia sabia.

        Atrás quedan otras olas.

Brillo, inocencia, amor del puro.

        Incondicionales verdades.

Sólo lo bueno está por venir.

Soplo no se ha ido.

Sigo viéndole saltar cuando percibía la llegada de mis hijos, resbalaban sus patas torpes y recias, preciosas, al arañar el parqué con sus uñas de perro bueno.

Sus lametazos y mordiscos, su salto cascabel al son de un cuerpo grande, casi sin dominio de sí. Saltaba y jugueteaba con nosotros, para nosotros. Amaba a mis hijos.

Lo recuerdo corriendo como loco por el parque cuando era más joven y ágil, llenando de energía los pasos de su danzar correr. Como un salvaje era lince, nacía su animalidad ahí. Y moría cuando arrimaba su cabeza en los pies, en las piernas, en el calor humano de cualquiera de nosotros. Cabezón precioso. Nunca la torpeza fue tan hermosa ni tan graciosamente ágil.

A la mínima visitaba a cualquiera que estuviera en la cocina trasteando, y con su perruno magnetismo, no sé cómo lo hacía, pero siempre salía moviendo la mandíbula , sopena de una bullita de Francis, mi hermano.

Mándame una foto de Soplo, le pedía más de una vez. Y no eran pocas las que nos mostraba a un gordo entre sus piernas, o a los pies del cuarto de baño, invadiendo intimidad, jaja.

Era un perro bueno, y reflejaba lo que era: un perro tremendamente amado y cuidado por gente de bien.

Me siento dichosa de que mis hijos hayan tenido la oportunidad de crecer junto a él y a Bety, de que los hayan vivido, disfrutado, de que hayan compartido el lenguaje universal y respetuoso que los animales nos enseñan, y de descifrar como sólo las almas que se entienden, el enigma sencillo, simple y poderoso de sus ojos.

Hasta siempre, Soplo. Eres precioso. Y bonito.

Nunca te olvidaremos.

SIN TITULO

Escribo en el ordenador, trabajo, y junto al sonido del teclear que provoco suena a lo lejos una melodía que me retrotrae a tiempos pasados, Spandau Ballet aparece de la nada sin avisar y una especie de viaje en el tiempo recorre mis células una a una. Vuelvo a estar en BUP, a pasear con mi amiga Susana, a oler Barcelona y a ser colegiala. Vuelvo a ser adolescente y a creerme feliz.

MARIVÍ

Mariví es blanca. Blanca como la bondad de sus manos y su candor. Es bonita como el rubio de su pelo, como su risa enmarañada en alguna tristeza que me cuenta. Atractiva le llamo, y se ríe, quita, quita, pero sabe bien que algo hay de verdad aunque nadie la quiso me dice, bueno, sí, pero otro día te cuento, Lorena. Y me cuenta. Y nos miramos con cara de pícaras viejas. Me cuenta, también, que se reúne con sus primos una vez al año, hoy toca Barcelona, ayer Madrid, mañana Santander, y me muestra los videos de familia, su hermana, su otra hermana, sus dos hermanos. Ya no serán cinco aunque siempre lo sean. Y la foto que todos los años se repiten desde que son pequeños, y sus sobrinos, y esas caminatas infinitas que hacen mover su cuerpo ágil y entrenado.

Mariví, fuente de cariño. Quién te cuida a ti, mi niña? Amiga nuestra. Es tanto el amor, tan cortante el dolor,

y no

no quiero el olvido

Sus manos pelan las patatas en el comedor de Serinte, con esa rapidez y nervio que la caracteriza. Sus fuma que fuma, al son de sus palabras buenas al oido de cualquiera. De ánimo incansable. Me inició en las ensaladas en todas las comidas. Con aceite y vinagre. Espléndida en sus mañas. Rápida, dispuesta. Y tu estilo. Cómo que no te has casado Mariví? Nadie me ha querido. Mentirosa, le digo. Imposible. Y nos reíamos. Compartiendo entresijos vitales.

Mi niña guapa, hermosa, amiga mía. Te quiere el mundo, te queremos. Un desgarro me clava. Cómo hacer sin tu nombre, sin nombrarte? Cómo haremos ahora sin tenerte?

Un dolor se me aguarda, un dolor grande, vértigo

punzante, y escondido,

es llanto en el costado, de callado gemido,

se me abren las costuras

no quiero que te vayas, no quiero, dios infame!!

Me arrancas los amigos!!

No te vas,

Mariví hermosa, buena, grande,

preciosa amiga,

no te vas, no, chica guapa,

no te vas, no, no, no,

no te has ido

No te vas, Mariví, vas conmigo:)

Te seguiré contando. Seguiremos compartiendo. Bella persona. Alma amiga. Hasta siempre.

Sé que estás ahí. Te quiero,

A BORBOTONES

Hola, ¿se puede estar hasta el coño y escribirlo? Pues escrito queda, y una vez más: hasta el coño.

La doctora con un paternalismo que detesto me dice que tengo “que ser buena” pues estoy en el límite previo para tener azúcar. Estoy bien, pero el peso, ay el peso, ¿haces ejercicio? ¿seguro? ¿Y comes mucho? Hay que comer sano, es fácil, se trata de quererse, quererse, no solo por la estética, si no también por la salud. ¿Perdona? Pienso, yo. ¿Seguro que haces ejercicio?, ¿caminas? ¿cuánto pesas? La tiroides hay que ajustarla, te doy unas pastillas para regularla por eso la piel seca que le digo, y quizás el metabolismo lento? No, gorda, no, tú no tienes el metabolismo lento, tú comes porque no te quieres, porque eres infrahumana, plebe, esclava, una gordita que no sabe controlarse, una incapaz. ¿Me prometes que vas a portarte bien y dentro de tres meses hacemos análisis de nuevo?

Sí, mamá. Perdón por existir maravillosamente hermosa y esponjosa. Luchadora y trampolín de victorias, nacimiento frente a mil muertes no contadas. Tú que sabrás lo que es quererse.

Te prometo que estoy hasta el coño de que vomitéis impertinencias preconcebidas, ignorancia arrematada,  profesionalidad cuestionable.

Que midáis la vida con ojos de pez.

Te prometo que no voy a explicar, esta vez no, todos los motivos que me aúpan y por los que, ya, no importa que usted sea una gordofóbica más.

Que usted, señora, que este puto sistema tenga que determinar si yo me quiero, me gusto, me defraudo? Por unos kilogramos? Es como medir la vida por los pelos que tienes en la cabeza. Malditos calvos que no se cuidan. Ni se quieren. Pobres desgraciados. Y te haces vieja por no cuidarte. Y zorra. Y puta. Clinex de usar y tirar.

Eres responsable por no cuidarte, por no conseguir trabajo, por ser infeliz, y pobre, y no tener marca personal chachi piruli. Y no ser rubia ni joven. Gorda.

Espera, que dibujo una peineta.

Benditas tribus africanas con sus tetas grandes y negras, felices y dientes blancos admirados de sí mismos. Quiero ser un árbol, ¿gordo flaco?, verde y hermoso. Una estrella, grande? pequeña? Una medusa, un caracol.  Una vaca rumiando, una ballena azul. Una foca, un delfín, un caballo libre melena al viento. Un elefante.

Deseo acariciar mi cara con el aire fresco matutino,  escuchar los pájaros cantar, oler el mar, la sal. Saborear un helado (ay, no, perdón, una lechuga y una botella de agua Font Vella). Soy moderna y delgada.

Solo quiero paz.  Ahora, más que nunca.

Y ya, nunca más, estar sometida a la deseabilidad, a la estética preconcebida, a la miopía de Barrio de Salamanca. De un occidente enfermo.

Solo quiero ser, existir, vivir y envejecer. Reírme. Y cuidarme, claro que sí.

Vestir desconjuntada, hacer lo que me de la real gana.

Y amar. Amar.

Amar a los míos a borbotones.

La tilde

Fin de año y yo con estos pelos.
En chándal y con jaqueca. Siempre me sucede igual todos los 31 de diciembre. El cuerpo tiene memoria.

Esta mañana salí a caminar. Me fui al centro, visité la Plaza Mayor, Sol, las tiendas iluminadas de luz y sonidos alegres. Observé al gentío. Multitud de almas parecían felices.
Una tienda necesita camarero con experiencia e «ingles». Y he pensado en lo importante que es el peso de una tilde.
Y no quiero cerrar el año de otro modo. Nada de resúmenes ni propósitos.
Hoy quiero ser frívola, distante, ajena a todo este batiburrillo de uvas, confeti y alusiones repetidas, manidas, de paz y amor.
Las tildes, mundo, las tildes. Ellas también cuentan cosas. O las omiten, según se mire.
Feliz 2023.

TREN

Amo viajar en tren.
Mirar por la ventana, paisajes dinámicos que estabilizan y calman.
Saber que me espera gente buena, personas a las que quiero y me quieren.
Mi tierra, mi Barcelona hermosa. Mi barrio. El cielo azul que una vez acogió las olimpiadas. La casa Batlló. El barrio gótico. Lo que mi infancia fue.
Me gusta el tren porque su chacachá me inspira y me adentra en lo profundo, en lo íntimo. En recuerdos buenos, en lo que fui y en lo que me he convertido.

En sentir que todo está bien, en su sitio: lo áspero y lo dulce, lo amargo y la verdad. Está bien disfrutar. Saberme y aceptar la luz que me ilumina.
Alegría, chispa, paz. Eso es viajar en tren.
Y vida sobre todo, mucha,
tanta vida.

D. ALMA

Diosas y divinas
La familia escogida sostiene. Es sencilla, disfrutona. Y llena de globos de colores y mascarillas faciales las tristezas.
La familia escogida se esconde entre trapos de Zara y marcas megapijas que no sé ni nombrar, entre juegos de niños con olor a bebé y canciones alegres.
Y se acurruca entre mantas calientes y chucherías, en caminatas llenas de besos, secretos y comida china.
Se nutre de ratitos buenos que alimentan la luz iluminada y clara de las diosas: su alma.
Y la enormidad meraki de sus locuras: divinas.
La familia escogida milagro en la noche tormenta. Es luna y paz. Y D,alma. Y vaso de leche gigante. Que lo pago. Y Madridejos. Y Arena. Y tequila. Y chistorra buena, rica, esa que sienta mal hasta el amanecer.

LA COMUNIDAD

(Rescato este escrito que realicé hace bastantes años… no he modificado ni una coma:)

Cae la nieve.

En el portal cuatro de la calle Rimboud un grupo de vecinos se reúne. Se encuentran alrededor de una cafetera humeante y unos bollos, que han colocado en la mesita baja del vestíbulo. Se les ilumina la cara cuando beben el líquido negro casi hirviendo.

El tema que les ocupa hoy son las derramas de la obra de la fachada -ya terminada a dios gracias-, la revisión de las cañerías, y las goteras que vienen amargando la vida de Mon Perrier, el vecino del cuarto.

Maldita la gracia tener que aguantar tan soporíferos temas, con lo bien que se está en casa, recogido y caliente delante del televisor.

Sin embargo, es un orgullo poder pertenecer a la comunidad Rimboud 3, la mejor considerada de todas las comunidades de Manpedour, la que siempre se encuentra al día en sus cuentas, la que siempre dispone de un remanente para imprevistos, y en la que siempre, sin excepción, los vecinos se alegran de verse unos a otros.

Es por eso que se hace menos duro soportar los tediosos temas de la derrama, las cañerías y las goteras del piso del vecino Mon Perrier.

Carlo y Florance hacen el amor mientras tanto. Como locos se lamen y buscan con sus bocas todos los recovecos de sus cuerpos. Son los únicos vecinos que no tienen el piso en propiedad, así que las reuniones de la comunidad les tienen sin cuidado. Un gemido de placer se escucha tras su puerta. Y otro. Y otro. Y otro más. Hasta que el silencio invade su cuarto.

En el ático el gato de Francine, la vecina pelirroja que tanto gusta a Mon Perrier, corretea por el salón aprovechando que su dueña está en la reunión de la comunidad. Con una habilidad impresionante ha abierto un cajón y ha cogido un ovillo de lana azul. Se ha enredado en él y solo sabe ir de un lado para otro sin control.

Ha dejado de nevar.

Finalizó la reunión.

Todos duermen.

Y por una vez la comunidad dejará de ser ejemplar.

Dentro de tres horas Margot, la vecina del octavo decidirá acabar con su vida. Y lo conseguirá. Dejará un reguero de sangre por toda la escalera, y una nota debajo del felpudo: «Nada, nunca, es lo que parece».